lunes, 10 de mayo de 2010

Una Profesión de emoción y alto riesgo

“Nací para ser Bombero, y lo seré hasta que Dios me lo permita”

Juan Diego Herrera Vallejo, Bombero profesional desde hace 12 años, es un apasionado por su labor, es realmente vocación lo que este hombre robusto de un metro ochenta, tez trigueña y ojos cafés, siente diariamente por su trabajo. A pesar de sus ojos agotados de trasnocho y días pesados, y su cara atezada por el sol de muchos trabajos y entrenamientos; siempre tiene una sonrisa y saludo amable para con los que le rodean.

Nacido en Armenia-Quindío, el primero de agosto de 1966. Estudió en el colegio la milagrosa hacia el sur de Armenia, donde perteneció a una brigada de salud, que a los que hacían parte de ella, para identificarlos como primeros auxiliadores o socorristas, les ponían una cruz roja. Ahí nació el deseo de ayudar a la gente. Pero nunca llegó a pensar que iba a ser bombero. Dice que todo fue una oportunidad de Dios y una grandiosa coincidencia.

Su bachillerato lo estudió en el Colegio Rufino, y fue allí donde conoció a Giovanni Salazar Calderón, actualmente bombero profesional de la institución. Nunca se imaginaron que luego de estudiar en el colegio, se iban a encontrar nuevamente como compañeros. A partir del 2 de febrero de 2008, cuando Salazar tuvo la oportunidad de ingresar como contratista y Herrera ya para la fecha estaba como suboficial del cuerpo de bomberos, pues había entrado como contratista desde el 15 de septiembre de 1998, después de 11 meses de espera para que aceptaran su solicitud y 4 meses más de prueba.

Juan Diego buscaba estabilizarse y “gracias a Dios” como dice constantemente, en bomberos lo consiguió.
Hasta ahora han compartido experiencias en incendios estructurales, forestales, accidentes de tránsito, atención de personas atrapadas en vehículos y en derrumbes. Giovanni se expresa de su compañero como una persona inquieta por aprender y por dar sus conocimientos: “Mi cabo herrera no se apresura a hacer las cosas sino que es metódico para ejecutar la labor”.


El lunes, 25 de enero de 1999 a eso de las ocho de la mañana Juan Diego recibó una llamada del comandante de bomberos, Sergio Iván Martínez, que actualmente es comandante operativo del cuerpo de bomberos, pidiendole que lo remplazara dos horas para que él pudiera ir a matricular a sus hijos. A las diez de la mañana Herrera se fue a prestar servicio en el hotel, ubicado en el centro, donde trabajaba como recepcionista, los días que no estaba en bomberos. A la 1:19 minutos de la tarde fue el sacudón. Herrera pensó que había sido una bomba, y bajó del 3er piso donde se encontraba y le preguntó a una mujer, que dónde había sido y ella dijo que no era una bomba, era un terremoto. Y se calculó con una intensidad de 6.4 grados en la Escala de Richter y 2000 fallecidos aproximadamente. En el edificio donde se encontraba Herrera una columna cayó y aplastó a 7 personas. Rápidamente se enteró que el cuartel había caído y los compañeros estaban atrapados. Donde murieron cinco compañeros, 2 oficiales y 3 compañeros bomberos; una mujer, esposa de uno de los compañeros sobrevivientes, Rubén Darío amalla que quedó atrapado en un espacio vital; una de las señoras del aseo que quedó en la 3er planta y un niño que no supieron nunca de donde era.

“Yo quedé en shock” fueron las palabras de Herrera recordando el suceso, puesto que apenas llevaba 4 meses en su trabajo y no tenía la experiencia en cuanto a búsqueda y rescate. Sus dos hijos Samuel y Juan David se habían ido del país el 15 de enero de 1998, por lo que en ese momento le fue de alivio en medio de la angustia.
Giovanni pasó a ser comandante operativo de la emergencia aun hallándose como bombero voluntario pues los altos mandos, que hacían parte formal de la institución, estaban en shock, nostálgicos y muy preocupados por los acontecimientos. También lo fue “fácil” dedicarse a la labor porque ya había tenido la experiencia con los terremotos del 79 donde trabajo en la Cruz Roja, luego pasó a la defensa civil y en 1985 entró como bombero voluntario.
Manuel José Román Contento, lleva sirviendo en la institución y a la comunidad 18 años, actualmente es oficial de servicio del cuerpo de bomberos. En el momento del terremoto, se encontraba en descanso. Después de dejar bien a su familia se dirigió hacia la estación donde se encontraba una situación lamentable. “cada año se conmemora un tiempo triste, porque se fueron compañeros muy valiosos, de mucha experiencia” fueron las palabras de Manuel José al referirse a la cruda realidad que vivieron y que viven, porque no hubo una recuperación psicológica.

Herrera amenudo recalca esta vivencia porque cuando hay un evento sísmico, los que vivieron la experiencia del 99, se paralizan, sienten temor, cada uno sabrá que hacer. "Pero uno siente el shock por la familia, la casa, y por la vida de uno mismo".
En la memoria de estos bomberos queda toda esa cantidad de personas que sufrieron en el terremoto, personas que no tenían absolutamente nada, personas que lo tenían todo y lo perdieron todo, y personas que aprovecharon el momento para hacerse acreedores a beneficios.
Realmente se ha progresado a pasos agigantaos, en conocimiento, estructura, organización, a nivel local. Actualmente hay 22 rescatistas especializados en búsqueda y rascaste en estructuras colapsadas.
Armenia no tenía un plan de contingencia para ese tipo de eventos, ahora lo tiene. No tenía grupo de rescate, ahora lo tiene. No tenía una estación de bomberos que tuviera una estructura, que pudiera soportar un evento, ahora hay dos estaciones de bomberos sismo resistentes y con la capacidad de poder operar desde la estación. Para la naturaleza no hay nada firme. Pero ahora la ciudad se considera más segura.


A Juan Diego Herrera le queda seguir con su trabajo y su apasionante vida que se juega constantemente entre la vida y la muerte; Y recordando que en casa lo espera su hermana, hermano y sobrinos con los que vive actualmente.

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